En el Palacio de Cristal del Parque del Retiro de Madrid hay instalada hasta el 29 de abril una sugerente obra de Soledad Sevilla (Valencia, 1944), "Escrito en los cuerpos celestes".
Es su obra más monumental, comenta, de una proporción similar a la sala de turbinas de la Tate Modern de London. Instalada en este emblemático espacio madrileño, que viene a constituir una equivalencia como espacio para el arte efímero del fabuloso espacio londinense, construye una arquitectura homotética al Palacio de Cristal, como un cruce de bóvedas de arco carpanel construidas con estructura de aluminio y apoyadas sobre el suelo mediante finas zapatas de neopreno y estabilizadas con unas abrazaderas a los pilares interiores del Palacio.
Dichas bóvedas se plementan con finas láminas de policarbonato impresas de azul noche en las que se dejan en transparente una gran variedad de signos de puntuación y lingüísticos, paréntesis, llaves, corchetes, admiraciones, interrogaciones, asteriscos, comas, puntos y comas, comillas, puntos suspensivos, guiones, tildes, recreando un cielo nocturno en el que flotan los signos necesarios para el lenguaje, y reflexionando así sobre la fragilidad del sistema de comunicación y la necesidad de comunicarse y compartir.
En el espacio interior, bajo las bóvedas, la luz queda teñida de azul, pero se percibe un chisporroteo en la distancia del ojo a los plementos traslúcidos con la luz blanca que atraviesa el universo de signos recreado.
Para resolver la complejidad técnica del proyecto la artista contó con los cálculos de su hijo, ingeniero naval.
"Desde que comenzó su carrera artística a finales de los años sesenta, cuando formó parte del Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, Soledad Sevilla ha tratado de explorar las relaciones entre luz, materia y espacio, combinando el rigor analítico y el orden geométrico con la búsqueda de una experiencia sensorial y orgánica"(1).
"Sus obras poseen una lógica poética interna que las singulariza y en ellas desempeñan un papel fundamental la evocación de lo intangible, la reflexión en torno al tiempo y el lenguaje, la presencia de lo paradójico o la investigación sobre las condiciones perceptivas de los sentidos"(2).
"A mediados de los años ochenta comienza a realizar sus primeras instalaciones que ella concibe como un medio complementario al pictórico, estableciendo entre ambos un fértil proceso de retroalimentación"(3).
El tamaño de los signos escogido por Soledad Sevilla los aproxima más al mundo de la puntuación lingüística al que pertenecen, como extraídos de un texto legible producido a escala humana.
"En sus instalaciones -que se sitúan en la frontera entre la escultura, el land art y la arquitectura-, Sevilla juega con la percepción sensorial y corporal del espectador, con la tensión entre interioridad y exterioridad, entre visibilidad e invisibilidad, entre vivencia íntima y experiencia pública..., teniendo siempre en cuenta las especificidades de los lugares en los que estas se realizan"(4).
"La artista diseña estructuras abstractas complejas pero que poseen una clara dimensión orgánica, ya sea porque incorporan o evocan elementos y materiales naturales, porque sufren procesos de transformación cíclica o porque son susceptibles a la influencia de agentes externos"(5).
Soledad Sevilla manifiesta: "Cuando me lo propuso el director del Reina Sofía, acepté el reto enseguida. Pensé que era una artista para este palacio, y que el palacio le iba mucho a mi trabajo, por las transparencias, por lo inmaterial. Cuando hago instalaciones aspiro a una presencia muy etérea, a lo efímero. No me gusta lo permanente".
"Borja-Villel me dijo que era un encargo envenenado, porque es muy difícil y tiene unas dimensiones enormes. Es como la Sala de Turbinas de la Tate Modern. Cuando hago una instalación, siempre me adapto al espacio, me apodero de él, lo invado. Este palacio es espacio y es luz. Y surgió la idea de reproducir la arquitectura del palacio".
Manuel Borja-Villel, director del museo y responsable del encargo, describe la instalación como algo frágil, ligero y transparente que deja entrar a la naturaleza. "El cielo está dentro y fuera del espacio. Los elementos lingüísticos que decoran la bóveda apuntan ritmos y diferentes lecturas. Son anotaciones mentales de la autora que quien las contempla puede hacer suyos".
La instalación aparece como conceptualmente brillante y técnicamente bien resuelta, pero para nosotros arquitectos, la parte arquitectónica es enfocada desde un punto de vista excesivamente historicista, al reducir el tamaño del contenedor mediante una operación de homotecia de sus paredes originales. Tal vez la bóveda se podría haber enfocado con geometría distinta, pero no hay que olvidar que se trata de una alusión a la bóveda celeste cuyas estrellas son signos lingüísticos escogidos como reclamo visual. La presencia de la estructura ligera podría haber sido menor, pero estonces se habría aumentado el espesor de las láminas de policarbonato para mantener su tersura. Enhorabuena a Soledad Sevilla.
Soledad Sevilla en la galería SCQ de Santiago de Compostela delante de su exposición en marzo de 2010
Las notas 1, 2, 3, 4, 5 pertenecen a la ficha del MNCARS.
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